viernes, 2 de octubre de 2009

A 41 años de la masacre en Tlatelolco, narración de los hechos.


El movimiento estudiantil de 1968, hecho de capital importancia en la historia política y social del México contemporáneo, cumple cuatro décadas. La relevancia y los significados políticos que de él se desprenden son un motivo más que suficiente para la reflexión, dada su trascendencia histórica. En efecto, durante escasos tres meses –de julio a octubre de 1968-, se gestó un enfrentamiento entre estudiantes y el gobierno mexicano que alcanzaría dimensiones insospechadas y generaría efectos diversos en el desenvolvimiento del país en los años subsecuentes. Este movimiento inició con un hecho aislado, a raíz de una gresca entre estudiantes de la preparatoria incorporada Isaac Ochoterena y las vocacionales 2 y 5 del Instituto Politécnico Nacional (IPN), que se complicó con la represión de la marcha del 26 de julio de 1968, que celebraba el asalto de la insurgencia cubana al Cuartel Moncada, dada la intervención del ejército. El régimen de gobierno del momento, de corte autoritario, contaba con un aparato coercitivo sólido que le permitía tener un control político sobre los distintos sectores de la población.

Cabe señalar que el Estado mexicano había enfrentado protestas estudiantiles previas: la de Puebla en 1964, Morelia en 1966, Sonora 1967 y Tabasco en 1968, en las que el régimen ejerció la fuerza de su aparato represivo aprovechando los servicios de inteligencia federales y militares, a la vez que desestimando las protestas, al calificarlas como conjuras comunistas y señalando a sus líderes de enemigos de México. Frente a esas circunstancias, a temprana hora del día 29, se desataría una serie de enfrentamientos entre estudiantes y distintas agrupaciones de seguridadpública de la Ciudad de México y del ejército. El servicio de transporte del centro de la ciudad permaneció bloqueado, mediante el uso de camiones incendiados para la construcción de barricadas. Por estos hechos, el Regente del Distrito Federal, general Alfonso Corona del Rosal, solicitó el apoyo del ejército, que entró en acción en los primeros minutos del día siguiente. Durante el operativo fueron detenidos más de 500 estudiantes. La jornada finalizó en los primeros minutos del día 30, cuando el ejército ocupó las instalaciones de San Ildefonso, tras derribar su puerta barroca mediante un disparo de bazuca.

A las pocas horas, el Rector de la UNAM, ingeniero Javier Barros Sierra, izó la bandera nacional a media asta e hizo un llamado a los universitarios para defender la autonomía. El día 1 de agosto, a petición de estudiantes y profesores, encabezó una marcha que recorrió la avenida de los Insurgentes hasta Félix Cuevas y regresó al campus universitario. El mes de agosto se caracterizó por la definición de varios aspectos sustanciales para el desarrollo del movimiento estudiantil, el primero, la conformación del pliego petitorio, con los siguientes puntos:
I. Libertad de los presos políticos.
II. Destitución de los generales Luis Cueto y Raúl Mendiolea, así como del teniente coronel Armando Frías.
III. Extinción del cuerpo de granaderos.
IV. Derogación del Art. 145 y 145 bis del Código Penal.

V. Indemnización de los familiares de los muertos por la represión.

VI. Deslindamiento de responsabilidades por parte de las autoridades a través de la policía, granaderos y ejército.


El segundo, de igual importancia, la constitución del Consejo Nacional de Huelga (CNH), como dirección unificada y reconocida por el movimiento en su conjunto, conformado por representantes de cada una de las escuelas de la UNAM, el IPN, la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo, la Escuela Normal Superior, la Escuela Nacional de Maestros, El Colegio de México, entre otras. De forma paralela, los profesores, encabezados por el ingeniero Heberto Castillo Martínez, Fausto Trejo y Elí de Gortari (Tio de Carlos Salinas), se agrupan en la Coalición de Profesores de Enseñanza Media y Superior Pro-Libertades Democráticas y participan al lado de los estudiantes universitarios. El 13 de agosto se realizó la primera gran marcha organizada por el CNH, misma que partió del Casco de Santo Tomás hasta el Zócalo y contó con una afluencia de entre 250 a 300 mil personas. El 13 de septiembre el CNH realizó una gran marcha en silencio que partió de Chapultepec al Zócalo. El 18 se realizó la ocupación militar de la Ciudad Universitaria con un saldo de 500 detenidos, hecho que desencadenaría la renuncia del rector ante la H. Junta de Gobierno el 22 de ese mismo mes. El día 24, el ejército tomó las instalaciones del Casco de Santo Tomás donde, a diferencia de lo sucedido en la Ciudad Universitaria, se produjeron violentos enfrentamientos entre estudiantes y policías. En ese ambiente de reorganización el CNH convocó a otro mitin más, en la Plaza de las Tres Culturas el 2 de octubre, con el fin de aglutinar a los sectores estudiantiles que, debido a las ocupaciones, habían perdido contacto con las bases del movimiento. Sin embargo, la respuesta del Estado fue sorpresiva y derivó en una masacre y en la captura de los principales líderes del CNH, hecho que marcó el descenso de la lucha estudiantil. Los estudiantes, después de la tregua durante las Olimpiadas realizadas en la Ciudad de México, regresaron a las aulas el 4 de diciembre de ese mismo año.

La reflexión sobre los resultados y consecuencias del movimiento no deben restringirse a los hechos del 2 de octubre, que suelen sustituir en el imaginario colectivo a todo el movimiento estudiantil. En éste podemos encontrar formas y niveles de organización inéditos, una convocatoria social nunca antes vista que acompañó a los estudiantes en las calles y en las universidades de todo el país y que, incluso, concitó simpatías en el orbe; un enorme despliegue de creatividad que se manifestó, por ejemplo, en una estética visual; un proceso que evidenció las condiciones de desigualdad frente a un poder rígido, inflexible, represor e intolerante.



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